Hasta el Bayern a tenido problemas a consecuencia de la pandemia.

Estamos tras la primera vuelta de esta fase de grupos de la Champions League, en la que hasta el Bayern Múnich pasó malos ratos

En menos de un mes, se han ido las tres primeras jornadas de la Champions League. En un abrir y cerrar de ojos pasó ya la mitad de los juegos de la fase de grupos. Lo ha hecho con un denominador común, la irregularidad de prácticamente todos sus participantes.

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La inusual temporada que se está viviendo a consecuencia de la pandemia, y de la que ya hemos hablado otras veces, hace que sea difícil ver un nivel alto de juego. Partidos cada 3 o 4 días y tiempo mínimo para entrenar o corregir errores deja a los equipos muy supeditados a lo que sean capaces de hacer sus mejores futbolistas.

Hoy más que nunca, ese factor parece ser el principal diferencial entre la mayoría de los clubes. Pese a que varios llevan años trabajando una misma idea o incluso bajo una misma dirección técnica, el desgaste físico, el inusual calendario, la pandemia con todas sus repercusiones, entre otros factores, han mermado el trabajo colectivo y han resaltado la capacidad individual de unos cuantos.

El Bayern Múnich es el único hasta ahora que ha sido capaz de salirse de ese saco. Aunque no sólo los de Flick tienen pleno de victorias tras estas tres primeras fechas. Ahí están también el Manchester City, el Liverpool y el Barcelona. De más está señalar la diferencia de juego entre los alemanes y el resto. Los de Guardiola y los de Klopp no logran ser constantes, los dos han tenido que hacer frente a lesiones que los han expuesto en distintas zonas del campo. El vigente campeón inglés tiene un hoyo defensivo que será difícil de llenar en las próximas semanas y el City parece condenado a los innumerables experimentos de Pep. La baja de sus dos delanteros, la lesión que tuvo De Bruyne y las propias manías del técnico catalán; además de las eternas dudas defensivas, hacen imposible definir un 11 fijo en el equipo.

El Barça está aún más abajo que los dos equipos de la isla. Su partido de ayer, el peor en la era Koeman, evidenció todos sus males. Desde el desánimo que refleja mejor que nadie Messi, pasando por el muy pobre nivel de futbolistas como De Jong, Busquets o Griezmann; o los hasta ahora apenas destellos de Fati o Pedri, que no son suficientes en un equipo del tamaño del catalán.

El Real Madrid no está lejos de este mismo análisis. Su juego está muy limitado a la figura de Benzema, a las intervenciones de Courtois y al corazón de Sergio Ramos. Nada más puede presumir el equipo de Zidane.

El Atlético ilusiona, pero esa ilusión por ahora no se convierte en realidad. Pretende hacerlo bajo el cobijo de Joao Félix. El portugués está cada vez más cerca de ser el jugador que pretende él y por el que el equipo pagó 120 millones la temporada pasada. A su alrededor deberán encajar las demás piezas incluida la de Luis Suárez. Pero el 4-0 en Múnich pareció ser un estate quieto demasiado fuerte.

Lampard no consigue que el Chelsea acabe por arrancar, aunque sus dos últimos resultados animan a pensar que el equipo tiene para crecer muchísimo. El Sevilla se ha cansado de comprobar que la Champions no es la Europa League. El Inter de Milán sigue sin estar a la altura de la expectativa y la Juventus deambula en cada partido tratando de encontrar señales claras de parte de su técnico que tiene apenas 9 partidos fungiendo como tal.

Nos queda un PSG que sin Neymar y Mbappé parece otro equipo. A eso suma bajas como las de Veratti o Icardi y la cosa se pone fea. Tan fea que, si vuelve a perder ante el Leipzig y el Manchester United gana en casa frente a los turcos, estará eliminado en apenas 4 juegos.

El consuelo parisino es que del Manchester no se puede fiar nadie. Ayer fue un desastre en Estambul. Si de lo que hablamos es de irregularidad, seguramente ningún otro equipo refleja mejor eso que el que entrena Solksjaer.

Así estamos entonces tras la primera vuelta de esta fase de grupos en la que hasta el Bayern Múnich pasó malos ratos. Porque trabajó el partido ante el Lokomotiv y el Salzburg lo llevó al límite durante casi 80 minutos. Pero su diferencia con el resto está, en que además de muchos y muy buenos futbolistas que se turnan el rol de estrella casi en cada jugada, tiene una solidaridad y una complicidad que lo convierte en la excepción que cumple la regla.

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